Te fuiste. Descansas. Descanso. Puede parecer extraña esta última afirmación, puede que no quede bien decirla, pero no se trata de quedar bien o no, ni de ser o no políticamente correcta, se trata de decir la verdad tal como la siento. Con tu ausencia se fue desvaneciendo poco a poco aquella desazón que me embargaba al estar pendiente de ti en todo momento, pendiente de tus cuidados, de tus necesidades, de procurar atender a lo que te convenía en cada momento. Cada vez necesitabas más. Eras muy mayor. Si, si, ya se que a ti no te gustaba serlo y hacías lo imposible por no parecerlo, y llevaste tu coquetería hasta el último instante con la misma dignidad que te caracterizó siempre. Para entenderte, hacia falta conocerte y quererte. Solo los que no llegaron nunca a este punto, te tildaron de distante y egocéntrica, de altiva y de orgullosa. ¡Ignorantes! Conocerte era saber tus preocupaciones, tus miedos, tus inseguridades, tu dolor ante la indiferencia, los vacíos y las ausencias, y c